martes, 27 de abril de 2010

Me han enseñado.

Me han enseñado que arriesgarse a vivirlo es mejor que quedarse con la duda.
En el amor, nunca lo apliqué.
En su momento era una absoluta inexperta, ahora, una absoluta con tips.


Cuando me enamoré por primera vez tenía 12 años, un cuerpo en plena revolución y una ternura pendiente. Sueños, aspiraciones. Empezaban a gestarse mis ideales, empezaba a ser yo con todas mis situaciones. Pero no lo era aún.

Buscaba lugares para canalizar las luchas de mis hormonas y papel y pluma para empezar a escribir lo que terminaron siendo ensayos de la vida misma.

Comencé un taller literario donde conocí a alguien que tenía mi edad, mis sueños y sus egos. Alguien que disponía de todo mi tiempo y fue, por años, dueño de mis mejores sonrisas.

Siendo una petisa cambiante en todo sentido, que apenas comenzaba a experimentar lo que es hoy mi relación con la escritura, decidí, o decidió mi cuerpo; no arriesgarme.

A mis 16, poco hace que me desligué y puse los pies sobre la tierra, y eso no lo determinó que dejara de quererlo (también), sino saber que ese amor hippie chik no es lo que quiero para mí.


Llegando a los 17 estoy ahora. No tan lejos de ese primer amor. Sí muy lejos de esos 12.

Sé lo que quiero para mí.
Mi cuerpo tiene forma de pera para siempre.
Mi ternura tiene sus tiempos y sus revelaciones.
Aquellos sueños y aspiraciones son hoy mi militancia.
Hoy soy yo y todas mis situaciones. Ésta seré por muchos años.
Hoy conozco mis metas más allá de hoy.

Hoy mi escritura es mi catarsis. El teatro mi terapia. La militancia mis ilusiones. La historia mis fundamentos.


Y sí. Hoy. Tengo miedo de volver a enamorarme.

domingo, 25 de abril de 2010

Usted sabe. Como es esto.

Me picó ese bichito que no te deja hasta que no agarrás pluma y papel y te ponés a escribir.

¿Y saben qué? Escribir para canalizar una inmensa felicidad. Una felicidad en un mundo cruel, doloroso e injusto; la felicidad de una lucha digna, un amor incomparable y un tiempo a favor.

Una felicidad que últimamente me da pocos respiros, digo, pocos momentos amargos.

Y una felicidad que, como si no alcanzara con lo anterior, me llegó a tiempo. Bueno, para algunos muy temprano, pero prefiero eso a que llegue tarde. Y digo que llegó a tiempo porque a mis cortos 16 años sé lo que quiero para mi vida, para mis pares y para mis hijos.

Creo que sería muy larga la lista de esos señores que construyen mi felicidad. En resumen; familia, amigxs y amigxs y compañerxs de militancia.

A mi familia, sobre todo a mis mayores, les debo las huellas que me han dejado, la libertad que siempre me dieron, los sueños que protegieron, las iniciativas que alentaron. A mis pares les debo un camino que, sobre todo hoy, estamos haciendo juntos. Una infancia llena de risas, meriendas en lo de la abuela y algún que otro porrazo; que también nos enseñó a no saltar en la cama ni correr muy rápido.

A mis amigxs, bueno, a ellos les debo el apoyo, el respeto por lo mío y la confianza para mostrarme lo suyo. Les debo su preocupación y ocupación por mis miedos, por mis sueños y algún que otro reto en el momento indicado.

A compañerxs de militancia, a ellos les debo los cálidos espacios, el lugar que me dieron y las amistades que encontré. Les debo el amor por esto que, sabemos, es nuestra vida y nuestro futuro. Les debo el tiempo, las historias que me contaron y las marcas que me dejaron. Los ejemplos. Y los sueños.

A todos, les debo la paciencia ante los errores.
Y a todos. La confianza.

lunes, 12 de abril de 2010

Resucité, y con muchas verdades para escupir.

Bueno, sí, hace unos varios días que no escribo, así que sabrán disculpar pero tengo muchas cosas para decir.

¡TENEMOS POLICÍA 3! Qué seguridad mi dios. Es así: PBA, PBA2 y PBA3 (o vaya usted a saber cómo se va a llamar la nueva municipal); y PFA, Metropolitana (que usan unos gorros reeeeeeeeeee copados) y UCEP. Creo que aquí en el conurbano tratan de igualarse con Mauri en lo hijos de puta. No sea cosa que uno reprima y hostigue más que el otro, ¿no?

Bué, tendría que hablar enserio. Qué tristeza y bronca me da esta nueva policía, el intendente y su séquito de impresentables. Pero más indignación me produce la seguridad de la gente de creer que (habiéndose inventado la policía habida y por haber) vamos a estar mejor cuantos más de esos haya en la calle.

Y aclaro, que la gente, no son los chicos levantados por portación de cara ni sus familiares. No son los latinoamericanos indocumentados ni los pueblos originarios hostigados y golpeados por sus acentos, colores, costumbres, nacionalidades, etc (porque resultó ser Argentina la elite de América Latina). No son los obreros echados de las fábricas por pedir la licencia correspondiente para las embarazadas. No son los comerciantes que tienen que pagar peajes a la policía para no ser asaltados. No son las doñas que tienen que pagarle al puntero para la cloaca que deben recibir gratuitamente, ni las que tienen que pagar la comida en los comedores. La lista sigue, esos, no son “la gente” que quiere la policía, esos son “la gente” que sufre la otra inseguridad, la que parte de los uniformados y los políticos.

Ni con PBA1000 ni con gendarmería en la calle vamos a solucionar una inseguridad y una violencia que se empieza a gestar años atrás, y cuyas consecuencias sufrimos hoy. Ni con mediocres culpándonos a los jóvenes para no asumir los errores de su generación.



Ayer, en el barrio 12 de octubre, organizamos una jornada para inaugurar -a partir de esta semana- aquello que Vanesa Orieta dijo desde el principio, talleres culturales y apoyo escolar. Una hermosísima jornada llena de niños que corrían por todos lados, locos de alegría por los juegos de la kermesse y por el show de clown con malabares y zancos y esas cosas que a mí también me divierten, debo admitir.

Una hermosísima jornada y una Vanesa feliz de ver por fin ese movimiento en su barrio, que intentó ser boicoteada cuando dos mujeres con camisas del Municipio de La Matanza empezaron a repartir volantes en la misma plaza, impresos y escritos por el Comisario de la Comisaría 8va.

Resultó ser que esos volantes decían “consejos para no ser asaltado” (lamento no haber guardado ninguno, creo que me daban alergia), entre los cuales había cosas parecidas a estas (todos eran nefastos, pero estos dos en particular, me llamaron mucho la atención):

• No permita entrar a desconocidos a su casa o barrio y pídales que se identifiquen antes de entablar conversaciones con ellos (qué casual, que un grupo de estudiantes y docentes, algunos de lugares ajenos al barrio de la 12, comencemos esta semana a dar talleres artísticos y apoyo escolar; dudo que los vecinos no nos dejen entrar al barrio, muchísimo más lo dudo con ese puntero corrupto e injusto que tienen, que se hace llamar “el presidente/capo del barrio” y que le niega o cobra las cloacas a la mitad de los habitantes por ser de nacionalidad paraguaya).

• Si ve entrar humo o agua por debajo de su puerta, no la abra, verifique la situación y comuníquese con el encargado de su edificio (creo que esas pobres mujeres fueron enviadas al barrio equivocado. ¿De qué edificios habla el comisario en la 12? Mmm, le falta pegar una vueltita por la zona que debería estar cuidando).

Estas mujeres repartían muy tranquilamente los volantitos. Vanesa, no tan tranquilamente y con toda la razón, les explicó por qué creía que el comisario y el puntero eran unos mafiosos, les pidió que no repartieran eso en esta jornada que nada tenía que ver con el poder político y el jefe de turno y que se informaran antes de entregar esa paranoiqueada a la gente.


Qué linda provocación, Fernando…

jueves, 1 de abril de 2010

El sistema

que programa la computadora que alarma al banquero que alerta al embajador que cena con el general que emplaza al presidente que intima al ministro que amenaza al director general que humilla al gerente que grita al jefe que prepotea al empeado que desprecia al obrero que maltrata a la mujer que golpea al hijo que patea al perro.


Eduardo Galeano