lunes, 28 de febrero de 2011

A ver si tomamos un chico de los kilómetros...

Exactamente un mes es lo que me falta para empezar la facultad, para entrar en otro mundo, para buscar otro tipo de cosas para otros. Cambiar de espacio implica, irremediablemente, cambiar de necesidades. Pasar, por ejemplo, de huirle a la Juventud Peronista a huirle al Partido Obrero.

Pasar de hacer sentada durante el día a hacer toma por varias semanas. De votar entre dos listas a tener infinidad de posibilidades. Yo no viví la democracia en la escuela, no fui al Cortázar, ni al Acosta, ni al Pellegrini. Fui al Normal de San Justo (Escuela Normal Superior "Almafuerte" de San Justo, para los dinosaurios que todavía trabajan en ella), un colegio que con 50 años jamás, hasta el 2008, había tenido un Centro de Estudiantes. Colegio cuyo primer director fue un militar y, en menor medida, se han seguido sus pasos.

Y si bien al Centro lo formamos, no fue para mí una militancia profunda. Fue una gran experiencia que repetiría una y mil veces porque sé que es lo mejor que pudimos hacer por nuestra escuela, pero también fue frustrante -aunque el balance es altamente positivo- ver que se nos cerraban tantas puertas, y siempre fui clara con respecto a eso.

El Normal es un colegio en el que "tomar un chico de los kilómetros", como diría la regente, es un acontecimiento extraordinario y de una caridad envidiable. Porque los chicos vienen de Ramos, San Justo, Lomas del Mirador y -en excepcionales casos- de Casanova o Laferrere. Por un lado, es cercanía, y por otro es target. Hay un solo chico proveniente de una villa (la 12 de Octubre en Lomas del Mirador), que fue ubicado en la escuela por la inspectora.

¿De qué hablo? De un edificio con unas condiciones casi perfectas, de estudiantes cuyas necesidades claramente no son básicas, de padres que pondrían el grito en el cielo si la escuela se llenase de "negros" o se cambiase la parte del reglamento que dice que las chicas deben usar bermudas o polleras por debajo de las rodillas, de directivos que no conmemoraban (hasta que el Centro de Estudiantes lo exigió y se dedicó a organizar las actividades) el 24 de marzo ni el 16 de septiembre.

Un colegio, como diría una nefasta docente que daba lengua y literatura "que hace la diferencia entre los colegios de la zona", sí, la tétrica diferencias... Verán que tengo una cantidad de verdades que -algún día- lo juro, les escupiré en sus caras. Pero en ese colegio, con esas dificultades, cumplí mi parte, y estoy orgullosa, y dependerá de los que vienen continuar o no, ya no me responsabilizo de eso.

Me espera otra cosa que, mejor o peor, es kilométricamente diferente. Ahí te ves Normal

lunes, 21 de febrero de 2011

Mil veces criticable, pero digno: Encuentro Memoria, Verdad y Justicia

Este 2011 cumplo 4 años como militante. Los últimos 2, los más intensos, tal vez, de toda mi vida (incluyendo, claro, lo que vendrá). Pero desde que tengo recuerdos, el 24 de marzo es una de las fechas más importantes del año.

Una historia que se comienza contándole a una chiquita que "hoy la gente está en la calle porque se cumple otro aniversario del gobierno de unos señores que maltrataban a los que querían un mundo mejor". Y a medida que pasan los años... "¿Y por qué se habla de desaparecidos?" "Porque en muchos casos los mataron y luego 'desaparecieron' sus cuerpos, los escondieron, y no sabemos dónde están" "¿Y qué es la AAA?" "Es la Alianza Anticomunista Argentina, el comunismo es una forma de pensar el mundo, ahora vivimos el capitalismo" "¿Y qué es cada cosa?" (y lo que viene lo recuerdo como si fuera ayer) "El capitalismo es un sistema en el que cada uno tiene que ocuparse de vivir como pueda, y siempre habrá algunos que tengan más que otros. El comunismo plantea que todos merecemos lo mismo" "¿Y vos que sos, Pa?" "Y... yo me tiro más para el lado del comunismo" "Entonces yo también soy comunista" (con una sonrisa en la cara) Y después se viene la decepción... "¿Es verdad que los comunistas eran malos y mataban gente?" "En algunos casos, pero nada justifica la cantidad de muertes" "Pero si eran malos..." "Algunos eran malos, siempre hay malos en todos los grupos, pero no se justifica aunque fueran los peores del mundo, que no lo eran..." "¿Por qué ponés esa cara, Pa?" "Porque me acuerdo de cosas..." "¿De qué?" "De que a muchos de los que buscamos los conocía, ¿sabés? y no eran malos..." Y podría escribir 1000 páginas más con el relato que fui escuchando de mis padres; entre notas en la tele, interrupciones mías en sus conversaciones, alguna que otra vuelta de madres a la que me han llevado (que para mí eran una fiesta, preparar la noche anterior el tupper con sanguchitos para pasar el día en la plaza), o dudas que me quedaban de comentarios ajenos.

Fui construyendo mi propio relato y comprendí que hay cosas que (aunque tengo una opinión que no creo necesario exponer) son irrelevantes, como lo buenos o malos que fueron los montos, o lo bueno o malo que fue Luciano.

Pero el 24 de marzo, fecha que no deja de emocionar por lo cercana, por lo emblemática y lo cruenta; el 24 de marzo aquí me tendrá un año más en la histórica plaza. Aquí me dolerá un año más. Y va a pasar una vez más, aunque cada 24 es distinto, porque cada plaza es distinta, porque cada sociedad es distinta. Y recuerdo -los últimos 5- año a año, cómo me transformé, con quién marché, por quién marché. Y sigo expectante por la plaza del 2011.

Y sin embargo, siento también que pasan tan rápido y tan desa(parecidos)percibidos. Que emocionan como siempre y resignifican como siempre. Y el que quiera me verá un año más junto al (mil veces criticable, pero digno) Encuentro Memoria, Verdad y Justicia; que sigue nucleando agrupaciones políticas y de DDHH, que sigue dando lucha a la Justicia por ayer y por hoy, que sigue diciendo Luciano Arruga y que -vale aclarar- no es opositor de este gobierno, sino independiente de todos los gobiernos.





Se viene un año más, con todas las connotaciones políticas siempre distintas del anterior, pero en el que decimos, igual que siempre
Memoria
Verdad
Justicia

martes, 1 de febrero de 2011

BuenodíaBuenatardeBuenanoche

Algunas veces se viene esa extraña sensación entre bella, compleja e intensa; esa sensación de -diría La Maga- darle al cuerpo carácter de ofrenda. Darle carácter de ofrenda y permitir -en primer lugar, porque cuando nos arriesgamos ya no hay vuelta atrás; y en segundo lugar, porque queremos que así sea- que el otro disponga. Manche. Toque. Dé vueltas.

Y lo que pasa después es extrañísimo. Una mezcla de angustias bonitas, sentimientos muchos y muy profundos (al menos a mí, sin importar quién sea aquel). Pensar y pensar, que hemos dejado nuestra integridad en manos de alguien que ha sabido cuidarla y que ha presenciado (igual que una) lo más profundo de nuestra intimidad, además de que compartió la suya.

Tomar la decisión una y mil veces en la vida. Elegir cuidadosamente al compañero. Darle los peros y los porqués para que todo salga lo mejor posible. Alguna que otra advertencia, y alguna que otra cosita a la buena de dios. Sobretodo, evidenciar la absoluta necesidad de ser cuidada en todos los sentidos existentes. Y la necesidad implícita de cuidar el cuerpo del otro, de quererlo y conocerlo hasta lo más sutil, hasta el menos vistoso de los huequitos.

Y lo explícito, lo sexual, lo conocido y visto por todos en todos lados, queda al margen cuando hablamos del contacto y del tacto. El sexo significa una cosa que a veces ni ocurre en este accionar que cuento. Entonces resulta fascinante, e inexplicablemente satisfactorio, despertarse al lado suyo y saber si ronca, patea, se acurruca o se despatarra, habla o se ríe.

Y después se dice Buen Día.