domingo, 4 de noviembre de 2012

Llegando al final de la primavera



Si algo saben esxs que me leen más o menos cada tanto, es que en esta época del año los textos empiezan a salir como por un tubo. Quiero decir, no sé si más, pero salen más espontáneos llegando al final de la primavera. También salen más sentidos y crujen más.

Es porque en esta época del año me pongo un poco distinta. Quiero decir que paulatinamente va dejando de salir esa que le dice al facho que lo va a correr, que le pone su peor cara de odio a un poli sin que se le mueva un pelo (estando contenida, claro, no lo va a hacer sola a la noche porque instinto de supervivencia tiene esa también), va dejando de salir la que tiene poco filtro y aparece una más tibiecita y tímida, que gasta menos energía. Porque a la otra se le acabó la voz, se le cansaron las piernas, así que más vale que me ponga a laburar para recuperar todo eso. Pero no sólo está cansada esa tira piedras, también está un poquito conmovida porque llega ese momento en el que, como digo siempre, no sé si hubo alguien (y si hubo, no sé quién era) antes de esa fecha tan dolorosa ocupando este cuerpo.

¿Y cómo vuelve la otra? Bueno, no precisamente descansando. Porque llega la hora de meterse para adentro para salir hacia afuera en unos meses con el corazón estremecido y levantado, con energía y sin puntos medios. Porque si algo me caracteriza es la dificultad para lograr puntos medios, pero bueno, de eso podemos hablar en otro texto.

viernes, 12 de octubre de 2012

Hay cosas de este mundo que no se pueden explicar


Empecé tres veces y borré todo. Ni sé cómo se empieza esto ¿Qué puedo decir para empezar que no sea tan profundo como el medio del texto ni como el final? Si todo lo que diga de Vane va a ser emocionante, porque ella genera eso: emociones muy adentro, encontradas, raras, fuertes, contradictorias porque a veces da tristeza pero es tan fuerte ella que también hay mucha alegría.

La tengo cerquita, la tengo de amiga y compañera pero la tengo fundamentalmente de referente para la vida, de ejemplo de todo. Y por eso tengo la oportunidad de llenarme de su luz siempre que la necesito un poquito para arrancar de nuevo (sí, ella nos da fuerza a nosotros, así son las cosas de la vida) y de decirle todo lo que siento por ella siempre que quiero. Ya se lo dije, ella lo sabe. Entonces me pareció que era bueno en su cumpleaños plasmar, para esos que saben quién es y nada más, que ella es nuestro orgullo más grande, y por qué.

Vane es de esas que te invitan a salir a luchar desde el corazón, con una paz, con una cordura muy difícil de encontrar en estos tiempos. Pero con una posición tan contundente que estremece. Estremece para bien, estremece que se tome ese trabajo. Estremece que se atreva. Estremece esa contexturita chiquitita que tiene ovarios para sentarse delante de cualquiera y cantarle las 40, las veces que haga falta. Porque es precisamente eso, es su sinceridad lo que estremece.

Pero hay otras cosas también. Porque Vane perdió un hermano, bueno, ya lo saben todos. A Vane le sacaron un hermano y, como alguna vez dijo su mamá, la peleó como una leona. Porque a Luciano nadie le iba a pasar por arriba. Y no es que me quiera poner mística ni hablar de cosas sobrenaturales, sencillamente porque no creo en eso. Pero sí creo que hay cosas de este mundo que no se pueden explicar. No se puede explicar es que seamos tan poquitos y tan chiquitos frente a tanto poder, y ese poder siga haciendo agua. Mónica tiene razón cuando dice que somos más, pero no sabemos dónde estamos. Pero hay algo más. Algo que hace que todo duela tanto y que, siempre tristeza en el medio, genere cosas tan maravillosas.

Eso quería decir, no me expliqué bien, pero bueno. Yo creo que esas cosas tan maravillosas son mérito de Vane, que –como dijo alguien (cuánta frase estoy robando)- sabe muy bien cómo convertir el dolor en acción. Pero en una acción que contagia. Que llena de ganas. Que, como decía al principio, invita.

Quienes la conocen, quienes alguna vez la vieron, la escucharon hablar saben de qué hablo. Hablo de su coraje. Y de su sincera convicción. Inquebrantable. Para esos que dicen que uno menos, les podemos decir que a Luciano lo encontramos todo el tiempo, a cada paso, a cada instante, y gracias a Vane. Lo encontramos en esos que no saben quién fue, pero son como fue él. En los que saben quién fue y cada tanto se conmueven. Lo encontramos en los que todos los días pensamos en él, y a veces hasta nos olvidamos de que ni lo conocimos. En los que lo conocieron. En su familia. En sus hermanos y en su mamá.

Pero fundamentalmente lo encontramos en los ojos de esta piba. Que tomó la difícil decisión de hacerse cargo de esta mochila. De hacerse cargo por completo, sin matices, sin grises, sin puntos medios. De hacerse cargo y contagiar las ganas de hacer. Y de hacer todo lo que su corazón le mande. Y tomó también la decisión de hacerse cargo de reflejar a su hermano en todo lugar por el que pase. De dejar un pedacito de él en cada uno de los que quiere y así multiplicarlo y multiplicarlo y multiplicarlo. Para que lo encontremos todo el tiempo. Donde sea que miremos. Lo encontramos, lo sentimos. Y ya parece mentira que hay bebés que crecen viéndolo y acariciando sus fotos, murales con su cara, sténciles con su nombre, que crecen escuchando hablar de él, pero desde un lugar tan sano que los llena de paz.

Esa es Vanesa Orieta, esa es la hermana de Luciano Arruga. Para quienes la tenemos cerca es un sol que vamos a cuidar, a proteger y a defender contra viento y marea. Vamos a cansarla, sí, a pedirle fuerza también, le vamos a preguntar una y otra vez cómo hace y ella va a responder, con esa dulzura que la caracteriza, que lo que la moviliza es la seguridad de que no le está fallando a Luciano. Y claro que no le está fallando. Si no fíjese dónde estamos.

Fíjese, si no, que yo digo –así, como quien no quiere la cosa-, con una seguridad que no he sentido nunca, que gracias a ella encontré mi lugar en el mundo. Básicamente, sé que recorrer este camino es lo más sincero y acertado que hago en esta vida, y lo que voy a hacer hasta que mi corazoncito no lata más.


Si alguien tiene alguna duda sobre quién es Vanesa hágase ver, que no tiene sangre en las venas.  

miércoles, 10 de octubre de 2012

Posadas


En el Encuentro Nacional de Mujeres había todo tipo de mujeres. Bajas, gordas, de pelo corto, violeta, verde y colorado, viejas y niñas. Algunas andaban con corpiños armados, otras sin corpiños, otras sin calzado. Algunas pelaron las tetas frente a los católicos en la catedral, y otras no. Había kirchneristas, de izquierda, de ultraderecha, católicas, radicales e indecisas. Había algunas que no hablaban con nadie y otras desconocidas que se prestaban el dentífrico y el peine.

En el Encuentro Nacional de Mujeres se discute a lo largo de tres instancias de taller que cada una elige. Este año había alrededor de 50 temáticas, y cada una se dividía en varias comisiones, porque éramos muchas mujeres. Los talleres que más comisiones tuvieron que abrir fueron trata y aborto. Se estima que cada comisión debería ser de alrededor de 30 mujeres, pero siempre son más. Se supone que una debería ir en la instancia del sábado y las dos instancias del domingo al mismo taller, pero yo soy de las que no cumple. Porque si de repente no me gustó la onda del debate del sábado no me voy a fumar ese taller todo el domingo, qué se pensaron. Entonces yo fui a Mujer y Trata de Personas en la apertura del debate, no me gustó y fui a Mujer, Impunidad y Poder en el cierre del debate y no me gustó y fui a Mujer y Derechos Humanos en la elaboración de las conclusiones, que me encantó.

Una tiene que escuchar cualquier cosa eh, en cualquier taller hay que escuchar cosas como que a una niña de 12 años nadie la obliga, o que quiénes son esos compañeros caídos durante el período kirchnerista, y también te podés comer el garrón de que te corra alguna católica con un palo gritando alguna locura, como le pasó a Mónica, una compañera.

La marcha del Encuentro es una cosa que no se ve nunca. No hay forma de explicar cómo hace hervir la sangre. Es a la catedral, marcha un movimiento de mujeres lleno de colores y con temitas súper pegadizos por el aborto legal y contra el patriarcado, la trata, la Iglesia y demás. Son unas 10 o 12 cuadras de marcha muy apretada sin parar un segundo de cantar y escrachando con pintadas todo lo que se pasa e invitando a las mujeres que escuchan a sumarse. A veces hay exabruptos como grupitos de católicos que se meten a darle alguna que otra piña a una compañera y salen corriendo y también disputas entre las organizaciones que marchamos. Cuando llegamos a la catedral nos encontramos con un grupito minoritario de personas que están haciendo un abrazo simbólico a la iglesia y rezando para que dios nos perdone a nosotras. Rezan el padre nuestro, el ave maría y no sé qué otras cosas y generalmente están protegidos por un cordón de policías. Pero vaya una a saber por qué este año no había ni un policía en la catedral. Y entonces fue una cosa más cuerpo a cuerpo que generó tensión de a ratos pero que también nos permitía invitarlos de a uno a cambiarse de bando y explicarles por qué. Comprobamos que no eran marcianos ni marcianas, que había bastante lacra por ahí pero que más de alguno y alguna estaría confundido, presionado, equivocado.

Cuando se llega a la catedral, algunas corajudas que no son yo se quedan en tetas, es algo así como una mística ya casi histórica de esa marcha. Tiene que ver un poco con dejar en evidencia la simpleza de ese gran pecado que es mostrarse como tenemos ganas de que nos vean, dejar de escondernos y taparnos y salir a tomar la calle. Claro que la gran mayoría estamos un toque más subjetivadas por la opresión del patriarcado y no mostramos una teta ni que nos pongan un fierro en la cabeza.

Después de esa marcha estamos todas muertas pero nos vamos a la peña, y el lunes ya se baraja y se da de nuevo. Lectura de conclusiones, votación del lugar del próximo año y chau encuentro. El año que viene es en San Juan, y quien les escribe no falta más a un encuentro ni aunque le paguen un millón de dólares. Hay ratos libres en los que todas nos contamos las discusiones de los talleres y nuestras historias de género más cerca del corazón.

Así es el Encuentro Nacional de Mujeres, así de cortito y así de intenso. Y nos volvemos a nuestras casas con un peso menos. Un poquito, a penas eso, un poquititititito más libres.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Fuimos a repudiar el apagón


Pocas cosas me gustan tanto como viajar con amigos/as que además son compañeros. Yo me fui hace unas semanas al aniversario número 36 del Apagón de Ledesma, a la marcha número 29. Una marcha masiva, emocionante, bastante dolorosa, y este año con algo de felicidad: comenzó el juicio en el que, vamos a luchar por eso hasta las últimas consecuencias, probablemente se impute y -con un poco más de suerte- se encarcele al genocida Blaquier. 

Entonces ahí estaban los espacios, las madres, los hijos, los familiares de víctimas de ayer y de hoy. Estaban las organizaciones, los grupos de arte, los partidos. Es una marcha amplia, es una marcha unificadora si se quiere. Bienvenidos los chicos de La Cámpora por primera vez después de 29 años a esta marcha, sólo me pregunto qué fue lo que hizo que no vinieran antes.

No pueden decirse muchas cosas nuevas de los espacios de militancia jujeños, tienen sus vicios, sus historias, sus códigos. Tienen sus violencias, no voy a decir que no, pero yo al kirchnerista lo critico por kirchnerista y, si al fin y al cabo La Cámpora desalojó a los Qom, no me atrevo a decir que la Tupac Amaru es más violenta. Es bastante injusta, eso sí.

Nos recibió una doña que se llama Juana en una fundación que era más bien una casa grande en la que todos los años reciben compañeros que van a la marcha del apagón. Juana es bastante cariñosa y tiene carita de tristeza porque perdió a un hijo. 
La noche antes de la marcha anduvo dando vueltas por las calles de Libertador General San Martín un camión que llevaba a la barra brava del club del pueblo, contratada por Blaquier para amedrentar a los, como decía el noticiero, “foráneos militantes antimineros”. El camión pasó por la puerta de la fundación y los pibes nos gritaron algunas cosas feas y nos escupieron. A la mañana apareció tirado en una vereda un compañero que estaba apedreado y le tuvieron que hacer 10 puntos: había salido sólo de noche y se la agarraron con él.

Pero mientras los barras recorrían el pueblo, “lagente” abrazaba simbólicamente a la fábrica de la empresa Ledesma para proteger su puesto de trabajo, defender a Blaquier y echar a los porteños vendepatria de Jujuy. Digamos que la cosa anduvo bastante tensa. Había rumores de un intento de bloqueo de la histórica marcha, que por supuesto no sucedió, porque es multitudinaria por definición.

La mañana siguiente, antes de la marcha, se hizo un acto organizado por el Centro de Acción Popular Olga Márquez de Arédez – Derechos Humanos (CAPOMA - DDHH), y por supuesto en él participaron las madres. Yo pensé, qué inocente, que estaban ahí para mostrar su adhesión a la marcha que no caminarían porque son viejitas, pero ya vamos a llegar a esa parte. Decía que en el acto hablaron muchas madrecitas, pero a mí dos de ellas me conmovieron hasta la médula. La colorada hermosa Elia Espen, ella habló del proyecto X. ¿Usted sabe que Elia Espen, MADRE DE PLAZA DE MAYO, está incluida en las investigaciones del proyecto X? Bueno, sí. Y Elia dijo todo bien clarito “no me callé con la dictadura, ¿ustedes realmente creen que me van a callar ahora?”.

Después habló la otra que me toca el corazón con la mano, que por supuesto es Nora Cortiñas. Ella dijo una cantidad de cosas que no tiene sentido reproducir, porque es obvio que no le van a generar nada a quien las lea: la tienen que escuchar. Pero como siempre poniendo la nota, dijo algo muy simpático: “la gente dice que Ledesma se va a ir del país, que se van a quedar sin trabajo, que van a cerrar la fábrica… pero ¿qué van a hacer? ¿se van a llevar la tierra sembrada? Los que tienen esos miedos me dan pena, tienen que escuchar un poco más”.

Nada, después de eso comimos algo y partimos hacia la salida de la marcha en Calilegua. El micro de ATE no nos llevó porque, según nos contó el chofer, le metieron tierra en el tanque de nafta, yo no creo en las casualidades, hombre. La marcha, multitudinaria por definición, estaba –contra mi predicción de que las madres no marcharían- encabezada por madres. Madres, familiares, hijos, familiares de Luciano, en ese orden. Y yo me iba a cada ratito a ver si Nora y Elia todavía estaban adelante. Algunas de las veces que me acerqué vi cómo las madrecitas muy mayores se subían a algún auto porque estaban muy cansadas o insoladas, pero Nora y Elia marcharon los ocho kilómetros, qué emoción.

Todo lo otro que les pueda contar, es de importancia secundaria, y lo ya contado también. Porque volcar ese hecho histórico y trasmitir el calor en el pecho que se siente formando parte de él, es imposible. Pero bueno, les acerco un pedacito.

jueves, 19 de julio de 2012

De los despojos y las responsabilidades

Defiendo a muerte eso que dice mi mamá (veo que cito mucho a mi mamá, tendré que darle a leer mis textos) que dice Borges sobre el instante preciso de la vida en que uno vendría a descubrir quién es y a ser eso para siempre. Porque si no, no hay explicación para mi 2009. En esos momentos es cuando hay que tomarse el atrevimiento de la decisión, y tener el coraje para sostenerla, porque si no se es una mentira. Y ser una mentira es algo muy grave.
También me gusta eso que me dijo mi mamá sobre el texto que escribí de Estela y ella: “Me hace muy bien pensar que a lo mejor tu sed de justicia tiene que ver con que escuchaste desde mi panza el reencuentro con Estela”. Porque si no ¿con qué tendría que ver? Fíjese que escuchar eso desde la panza no es ninguna pavada. Así que, a lo mejor, a ese instante que yo ubico físicamente en el 2009,  lo viví antes de nacer, en ese reencuentro.
Esas madres del dolor nos dicen que “gracias a sus padres por prestarnos a esos chicos”, que “gracias por levantar sus despojos”, que “gracias por no conocer a sus hijos y luchar por ellos”. No es que me esté tirando flores: más bien diría que nuestros padres nos llevaron a eso, por buenos o por malos; que jamás conocí los despojos de esas madres, porque desde que su vida se transformó en una tristeza nostálgica y contradictoria, ellas se volvieron más enteras que nunca y se eternizaron involuntariamente en nosotros, no hay despojos que levantar; que a sus hijos los conocimos, porque los teníamos a la vuelta de la esquina y tenemos que asumir la responsabilidad de no escucharlos a tiempo, más que la de luchar por ellos ahora.
Pero vale aclarar que había algo en nosotros (hablo de mí y de otros que me matarían si los nombro) antes de ese 2009, que nos llevó con tanta firmeza por ese ancho camino en el que somos tan poquitos, y que deja lugares para algunos oportunistas que vienen a decirse compañeros. Yo ubico ese “había algo” en el reencuentro de mi mamá y Estela que escuché desde la panza, porque no lo sé explicar, y si estaba en la panza, se justifica que no sepa.
Diría que el reencuentro sembró en mí una sed de justicia en potencia, latente, que se podía sentir en el cuerpo pero nada ni nadie era capaz de canalizarla. Y que en el 2009 se puso en práctica, después de gestarse por años de intentos fallidos de liberarse, y que (como la mismísima mente) tiene rincones desconocidos, que se van desprendiendo del cuerpo a medida que nacen otros, hasta el día en que me muera. Así, definitivamente siempre habrá cosas que ajusticiar, pero ya encontramos con quiénes, esos quienes que nunca se convierten en despojos.
¿Es más o menos eso lo que dicen mi mamá y Borges? No creo, pero mi mamá se va a poner contenta de ser la musa inspiradora de este texto.

domingo, 8 de julio de 2012

Sobre el desconocimiento. Como elección.



Las personas tenemos, en lo más profundo de la intimidad, conocimientos que elegimos no racionalizar. Alguna vez hablaba con una amiga de esas incomodidades que una borra del pensamiento inclusive antes de elegir que pasen por él, pero pasan. Yo me niego incomodidades por miedo a ser la única que las siente, por miedo a no generar consenso. Y cuando otro las manifiesta, siento alivio.
El desconocimiento que se elige no es lo mismo que la ignorancia. El desconocimiento que se elige, no puede ignorarse. Todo lo contrario, si elegimos desconocer algo que conocemos, ese algo nos termina atormentando: no se puede ignorar. Es algo así como el pase a la clandestinidad de los conocimientos. De lo que se sabe que pasa, y se sabe que se sabe, y se opta por no saber.
El hecho de que yo sea miedosa no es, aunque no me crean, factor determinante para decir lo que sigue. Yo creo que aquel que elige desconocer incomodidades por inseguridades propias, sin perjudicar a nadie más que a sí mismo es, de alguna forma, inimputable. Claro, debe cambiar.
Pero hay otro motivo por el que elegir el desconocimiento, y es muy perverso. Cuando el curso de los hechos genera dudas, confusiones e incertidumbres, intentar desenmarañarlas suele tener algún grado de peligrosidad. Cuando se elige desconocer porque quien desconoce no puede ser condenado por no denunciar, cuando se elige desconocer para no denunciar, es imperdonable. Y ese tipo de desconocimiento tampoco es igual a la ignorancia. Porque esa atrocidad, que no incomoda lo suficiente como para imponerse, también atormenta. Pero esa atrocidad no denunciada, nos atormenta a todos, y por eso elegir desconocerla es tan cruel que no tiene nombre.

lunes, 18 de junio de 2012

Matías Bernhardt presente


Hoy, una vez más, nos quisieron hacer creer, nos quisieron recordar que somos la peor basura. Que somos la basura que junta enfermedades, bichos, ratas e impunidades. La basura que aleja a los seres humanos. Nos dijeron en la cara que nos habían avisado, que no es su culpa. Que había señales, síntomas, hechos concretos que daban cuenta de lo que somos. Que no pretendiéramos otra cosa.

Nos volvieron a escupir, nos escribieron el destino una y otra vez. Con lápiz, marcador e indeleble. Nos dijeron que para ser hay que tener, y para tener hay que ser otros. Y dejar de ser los otros. Nos dijeron que a este paso nos seguirán acribillando. Porque ese es nuestro destino. Ser acribillados o vivir sin justicia.

Nos recordaron que somos la misma mierda de siempre, que nunca dejamos de serlo. Nos recordaron que ni en el gobierno más consensuado de la historia nosotros participábamos. Nos recordaron que en este forro gobierno participan otros, unos a los que hace 9 años les gustó la chapita progre, y supieron a quién votar. Otros creyeron que era lo mejor para nosotros, pero no nos consultaron. Y a nosotros nos dijeron que no hay chapita que usar. Hasta que comemos el culatazo. O el tiro en la nuca, como Matías Bernhardt.

Y como Matías era pura basura, ahí está, sin vida y sin justicia. Y como Luciano era pura basura, ahí está, sin aparecer y sin justicia. Nosotros, los vivos, somos más basura.

Como los asesinos no son basura, como no son ratas ni insectos, como no transmiten enfermedades, como no tienen mocos, como no alejan a otros seres humanos, como no escribieron su destino (al menos no con indeleble), como los asesinos pueden tener sin ser otros, porque los asesinos no son los otros, como los asesinos… es que hoy los absolvieron. Estrellita para ellos. Recordatorio para nosotros, o para los otros.

Hoy nos dijeron que no hay bandera que aguante nuestro dolor. Que no hay piel de cuero que soporte los golpes. Que no hay ojos que puedan llorar tanto, ni manos que puedan tantear en medio de tanta oscuridad. No hay lugar en este siniestro mundo en el que podamos refugiarnos. No podemos vivir, ni siquiera podemos vivir a la defensiva.

Pero nosotros bien sabemos que el indeleble se borra con alcohol y algodón. Y si no podemos vivir a la defensiva, habrá que salir a ofender.