Si
algo saben esxs que me leen más o menos cada tanto, es que en esta época del
año los textos empiezan a salir como por un tubo. Quiero decir, no sé si más,
pero salen más espontáneos llegando al final de la primavera. También salen más
sentidos y crujen más.
Es
porque en esta época del año me pongo un poco distinta. Quiero decir que
paulatinamente va dejando de salir esa que le dice al facho que lo va a correr,
que le pone su peor cara de odio a un poli sin que se le mueva un pelo (estando
contenida, claro, no lo va a hacer sola a la noche porque instinto de
supervivencia tiene esa también), va dejando de salir la que tiene poco filtro
y aparece una más tibiecita y tímida, que gasta menos energía. Porque a la otra
se le acabó la voz, se le cansaron las piernas, así que más vale que me ponga a
laburar para recuperar todo eso. Pero no sólo está cansada esa tira piedras,
también está un poquito conmovida porque llega ese momento en el que, como digo
siempre, no sé si hubo alguien (y si hubo, no sé quién era) antes de esa fecha
tan dolorosa ocupando este cuerpo.
¿Y
cómo vuelve la otra? Bueno, no precisamente descansando. Porque llega la hora
de meterse para adentro para salir hacia afuera en unos meses con el corazón
estremecido y levantado, con energía y sin puntos medios. Porque si algo me
caracteriza es la dificultad para lograr puntos medios, pero bueno, de eso
podemos hablar en otro texto.
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