lunes, 21 de marzo de 2011

Sobre mi 24 de marzo

En las charlas con amigos y amigas que se han prestado a la reflexión, hablando y dejándome hablar. En las historias que he compartido con compañeros y compañeras. En la importancia que le ha puesto mi familia a las cuestiones de género. En los espacios de militancia. En las parejas. En los ideales de mis 12, aquellos primeros que manifesté cuando empecé la secundaria. En los secretos familiares que vamos descubriendo a medida que crecemos. En el teatro. En los relatos que me acostumbré a escuchar y presenciar desde muy chica sobre la militancia de mis viejos. En la escritura. En los pocos espacios democráticos que me han sido ofrecidos por la escolaridad (el recuerdo más viejo: mi maestra de segundo grado explicando la colonización y su humilde opinión a cerca de lo que para ella era la mentira del descubrimiento de América y el real genocidio a los originarios; ninguno de nosotros, con siete añitos, salió con ataques de pánico del aula por escuchar de una maravillosa maestra la verdadera historia). En la vida, en la mismísima vida, conocí mundos cuya existencia jamás hubiese imaginado si faltase una de todas las partes que nombré.

Escuché cosas horribles que me han enseñado a optimizar todo lo que nos pasa antes de pegarnos un tiro sin fabular, claro, maravillas donde no las hay. También esas cosas me enseñaron que no hay nada más sano que tener la cabeza donde pisan los pies. Escuché cosas hermosas que me enseñaron, nada más ni nada menos que lo que quiero para mí.

Sentí toda mi vida, con todos los cambios de opinión y rumbo que atravesé, que nada mejor nos puede pasar a veces que compartir las alegrías con quienes lo merezcan (qué evangelista sonó esto). Sentí también, que aquellos que no lo han merecido se queman solitos, y muchas veces ni se atreven a reír con nosotros porque la culpa los carcome.

Supe diferenciar a la mala gente de la gente sin huella. Y supe entender a los sin huella.

Fui lo menos políticamente correcta que pude y traté de llevar todas mis discusiones políticas a los lugares "menos indicados", y siempre dio buenos resultados. Para correrse un poquito del molde o para sacarse las caretas frente al mundo. Me maravillé, me decepcioné, me maravillé de nuevo y me volví a decepcionar. Y muchas de esas me quedan por vivir, y a mí me gusta mucho mediar.

El 24 de marzo. Tal vez, señor, no encuentre relación con todo lo anterior. Pero el 24 de marzo es para mí una herida abierta, un duelo vigente, un medio para, una reflexión con, un ideal por el que. El 24 de marzo vendría a ser una puerta a una habitación llena de puertas.

Si abrís la 1, llorás de alegría por el terreno ganado. Si abrís la 2, llorás por los 30.000. Si abrís la 3, llorás por los Luciano. Si abrís la 4, te ves de pequeña preparando los sandwich porque al día siguiente nos íbamos a pasar el día a la ronda de madres. Si abrís la 5, te ves de grande tomando unos mates con tus viejos mientras ellos cuentan y recuerdan historias. Si abrís la 6, tomás unos mates con unx amigx o compañerx, compartiendo lo poco o mucho que te genera. Si abrís la 7, te estás peleando con medio mundo, y a mucha honra. Y así sucesivamente, y cada una de las puertas se conecta con todas las demás (un pequeño mapita conceptual para comprender la infinidad de cuentitos que nos abre una fecha como esta).

Conmueve marchar, conmueve saber de qué columna formaremos parte, conmueve escuchar testimonios, conmueve soñar otra realidad para tantos, conmueve luchar por esa realidad. Conmueve, como uno más sin justicia y como uno menos sin justicia, este 24. Pero conmueve bien también. Revuelve esa chispita que queda en brasa durante el año y enciende cada vez que nos juntamos todos, pero todos.

Porque nos sirve tanto esta fecha... Porque aquí, señor, donde estoy yo, una a veces se guarda tantas cosas que a esta altura del año podemos recomenzar a comprender. Una a veces se olvida de quiénes somos, y en la inercia rutinaria hace por hacer y habla por hablar. Y recuerdo el amor por esto cuando nos encontramos todos en la maravilla mística de cada marcha.

Eso trae cada 24, recuerdos y recordatorios.

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