lunes, 11 de abril de 2011

Somos bien boludas

Cuando una se saca, se va al carajo, y dice cosas -en mayor o menor medida- hirientes. No tanto por lo que en sí mismas significan, sino por la situación que se elige para exteriorizarlas, y cuando la situación termina hay dos opciones. La peor: terminan los reproches. La mejor: se discutirán en frío y se llegará a un principio de acuerdo, ja.

Esas cosas que hieren, en términos generales y si no somos unos garcas, sirven. Porque aunque suceda la peor opción, el otro sabrá ya de ese alguito que nos jode sobremanera.

Yo, más que decir cosas particularmente hirientes para el contrincante, suelo insultar y chillar a lo loco y a todo el que se cruce. Y termino roja de ira. Hay quienes saben aprovechar ese, mi punto débil, conservando la calma. También hay quienes son iguales a mí. Prefiero, claramente en términos de discusión, a los últimos. Que podría decirse que son mi madre, ja.

Pero verán qué lindo es levantarse al otro día y desayunarse una notita de disculpa o un "dale, no seas cabeza dura, tratemos de cambiar". Y claro, si somos igual de boludas.

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